jueves, 30 de junio de 2011

La Casa Peronista, Eduardo Fidanza y Chacho Álvarez; y la Topografía, Steven Levitsky; 1

Fidanza, Vídeo de CIPOL hacer clic aquí , y nota en La Nación hacer clic aquí.

Chacho Alvarez, nota a El Estadista, hacer clic aquí.

Una “Des-Organización Organizada” (1º Parte)

Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino*

Steven Levitsky

Assistant Professor of Government, Harvard University

Septiembre 2008

El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde hace tiempo un misterio para los analistas. Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de este partido como inexistente. Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista original como un “cadáver”[1] o como “poco más que un apéndice de las instituciones estatales”[2] y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como un “simple membrete”[3] o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo de “operadores” en Buenos Aires.[4]


Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una llamativamente distinta visión. El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos democráticos más grandes del mundo. Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico. ¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?


Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado. La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la vasta organización informal que lo rodea.[5] La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria. Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad. No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ,[6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido. Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.


El presente artículo busca llenar ese vacío. Sacando provecho de información recolectada durante un vasto estudio de las organizaciones peronistas del Gran Buenos Aires, el artículo examina cómo funciona internamente el PJ y cómo está organizado. A su vez, está dividido en dos secciones. La primera resume los orígenes y la estructura contemporánea del partido peronista. Desafiando caracterizaciones del partido como una organización débil y personalista, se sostiene que el PJ es mejor entendido como un informal partido de masas. Si bien el peronismo mantiene una poderosa infraestructura de base, una amplia base activista, y extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, posee sin embargo, a diferencia de los prototípicos partidos de masas, una organización informal y altamente descentralizada. La segunda sección examina la relación entre el PJ y Carlos Menem durante la década del noventa. Contrariamente a muchos informes convencionales, el artículo sostiene que la relación de Menem con el PJ de base estuvo siempre mediada por las poderosas organizaciones locales. Estas organizaciones proveyeron al gobierno de Menem con un surtido de beneficios políticos que incluyen vastos recursos humanos, canales para la implementación política, distribución de patronazgo y solución de problemas a nivel local. Sin embargo, también restringieron el liderazgo de Menem, limitando su capacidad de imponer candidatos y estrategias a las unidades inferiores. De hecho, estas unidades locales continuamente rechazaban o ignoraban las instrucciones provenientes desde el liderazgo nacional, siguiendo estrategias que poco tenían que ver con Menem o su programa neoliberal.


El hincapié del artículo en la estructura interna del PJ nutre dos objetivos analíticos más amplios. Primero, resalta la importancia del estudio de los patrones informales de la organización partidaria. En muchos partidos latinoamericanos, la organización que existe en “el territorio” difiere sustancialmente de aquella señalada en los estatutos, y por ende, las reglas formales y procedimientos son manipulados, e incluso ignorados. No obstante, relativamente poco esfuerzo ha sido realizado para investigar, conceptualizar, y teorizar acerca de estas entidades organizacionales. Por tanto, la investigación sobre las estructuras informales de los partidos latinoamericanos puede jugar un rol muy importante en la ampliación y redefinición de la literatura existente sobre partidos y organizaciones partidarias. Como esta literatura se basa casi enteramente en países industrializados,[7] donde los partidos tienden a ser relativamente más institucionalizados, incorpora poca variación sobre estas dimensiones. Este fracaso en incorporar un abanico más amplio de casos tiene importantes costos teóricos.[8]Los partidos con estructuras informales y fluidas reglas internas funcionan de manera diferente (y con diferentes consecuencias) que los partidos más institucionalizados o burocráticos.[9] Para poder calcular sistemáticamente estas diferencias, necesitamos un entendimiento más exhaustivo de cómo funcionan los partidos latinoamericanos. El presente artículo da un paso en esa dirección, al ir más allá de los estatutos partidarios y las organizaciones formales, para examinar las reglas informales del juego que estructura la vida interna del PJ.


Asimismo, este artículo también busca contribuir a la emergente literatura sobre políticas de reforma económica en Argentina. Los primeros análisis de la etapa menemista caracterizaron las reformas como un tipo de revolución neoliberal desde arriba, impuesto por un poderoso presidente actuando en las márgenes del PJ, los principales grupos de interés, la legislatura y otras instituciones democráticas.[10] De hecho, la presidencia de Menem fue caracterizada (así como las de Fernando Collor y Alberto Fujimori) como un casi arquetípico caso de “neopopulismo”.[11] Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que esto último habría sido algo exagerado. Por ejemplo, algunos investigadores han mostrado que la capacidad de Menem para imponer unilateralmente reformas fue en los hechos relativamente limitada, y la aprobación de las más importantes reformas requirió sustanciales concesiones a gobernadores, dirigentes laborales y empresariales, legisladores del PJ, y otros actores políticos y sociales clave.[12] Asimismo, otros investigadores han desafiado la tesis de que el PJ se encontraba marginado con Menem, sosteniendo que el partido fue fundamental para el éxito de Menem tanto en la arena electoral como legislativa.[13] Los datos aquí presentados proveen más evidencia en esa dirección. Muestran no solo que el PJ permaneció activo en la década del noventa, sino también que la persistencia de fuertes organizaciones locales puso límites reales a la capacidad de liderazgo de Menem para transformar el partido desde arriba.


El artículo presenta datos de dos encuestas llevadas a cabo por el autor en 1997: 1) una encuesta de 112 agencias partidarias locales (unidades básicas, o UBs), basada en visitas a las UBs y entrevistas en profundidad con los militantes que las dirigían; y 2) una encuesta de 611 militantes partidarios, basada en un cuestionario de 39 puntos que fue distribuido a los militantes en cada una de las UBs encuestadas. Las encuestas se llevaron a cabo en la Capital Federal, donde predomina la clase media, y en las municipalidades del Gran Buenos Aires de La Matanza y Quilmes,[14] las cuales tienen una mayor población de clase baja y trabajadora. Las UBs fueron seleccionadas de forma de ser lo más representativas posible de la representación faccional interna, geográfica y socioeconómica de cada municipalidad. Aunque la Capital Federal, Quilmes y La Matanza no representen al país como un todo, los patrones organizacionales observados en esos distritos fueron confirmados por líderes partidarios y militantes de numerosas localidades del Gran Buenos Aires[15] y otras provincias industrializadas,[16] así como a través de visitas a un reducido número de unidades básicas en la ciudad capital provincial de San Miguel de Tucumán. Por lo tanto, hay razones para pensar que los hallazgos de este estudio puedan generalizarse, al menos, hacia adentro del peronismo urbano.[17]

Una organización informal: revisando la estructura del partido peronista
Los antropólogos Gerlach y Hine alguna vez observaron que los investigadores tienden a asumir que todas las organizaciones son jerárquicas y que tienen “una bien definida cadena de mando”.[18] De esta manera, “en las mentes de muchos, la única alternativa a una burocracia o a una organización líder-centralizada es ninguna organización en absoluto”.[19] Esto mismo ha sucedido en los estudios sobre el peronismo. Carente de una organización disciplinada, jerárquica y burocrática, que es característica de muchos otros partidos de clase obrera, el partido peronista no ha recibido casi ninguna atención académica. Los pocos análisis existentes sobre el PJ hacen hincapié en su estructura de liderazgo formal en el ámbito nacional.[20] Siendo esta estructura de hecho inoperante, una visita a las oficinas del partido nacional revela una burocracia altamente subdesarrollada. El más alto cuerpo ejecutivo del partido, el Consejo Nacional, carece de recursos sustanciales o de un staff profesional, posee escasa información sobre las agencias partidarias provinciales, y no tiene virtualmente ningún registro de sus propias actividades previas a 1990.[21] Más allá de un puñado de custodios y de personal administrativo de bajo nivel, la sede del partido nacional está generalmente vacía, al igual que las sedes provinciales y locales del partido que se encuentran en una situación aun mayor de inoperatividad.


A la luz de esta debilidad burocrática, los analistas a menudo han concluido que el PJ es una organización débil, o incluso inexistente, y que sus líderes partidarios mantienen con la base partidaria una relación personalista e inconsensuada.[22] De esta forma, aplicar los conocidos marcos conceptuales de investigadores europeos como Kirchheimer y Panebianco,[23] caracteriza al PJ como un partido “profesional-electoral”[24] o como “todo abarcativo”.[25]


Sin embargo, focalizar en la debilidad de la burocracia del PJ lleva a oscurecer el poder de la organización informal que lo rodea. El peronismo consiste en una vasta colección de redes informales que operan desde un grupo de diferentes entidades, que incluyen sindicatos, cooperativas, clubes, comedores, y a menudo hogares. Estas entidades informales son autoorganizadas y autooperativas, no aparecen en los estatutos del partido, raramente están registradas con las autoridades partidarias, y mantienen una casi total autonomía respecto a la burocracia partidaria. Sin embargo constituyen la mayor parte de la organización del PJ. Si, siguiendo a Sartori, definimos a un partido político como “cualquier grupo político que se presenta a elecciones, y es capaz de ubicar a través de elecciones candidatos para la función pública”,[26]entonces todas las subunidades peronistas (formales o informales) que participan en la política electoral, deberían ser consideradas parte de la organización del partido. Los estudios sobre el PJ que hacen hincapié en la estructura formal del partido pierden de vista esta infraestructura informal, y como resultado, descartan la mayor parte de la organización del partido.


Emplear la distinción de Panebianco entre partidos como “masa burocrática” y partidos como “profesionales electorales”,[27] sería tal vez más adecuada para describir al PJ como un partido de masas informal. Es un partido de masas en el sentido que mantiene una poderosa infraestructura de base, extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, y una amplia membresía y base militante. Es informal en el sentido que las subunidades peronistas son autoorganizadas, carecen de una estructura organizacional standard, y generalmente no están integradas a (o sujetas a la disciplina de) la burocracia central del partido.


Las raíces de la informalidad: El peronismo como movimiento
Las raíces de la estructura informal del PJ residen en su particular historia. A pesar de que el peronismo se originó como un partido carismático[28] durante el primer gobierno de Perón (1946-1955), con una jerarquía centralizada, aunque no burocrática, basada en el liderazgo personalista de Juan Perón,[29] la organización cambió considerablemente después del derrocamiento de Perón en 1955. Proscripto e intermitentemente reprimido a lo largo del período 1955-1983, el peronismo se movió subterráneamente, sobreviviendo en los sindicatos, organizaciones de cuadros partidarios clandestinas, y miles de redes barriales militantes.[30] Sin embargo, a diferencia de otros partidos obreros proscriptos (como los comunistas franceses, los socialdemócratas alemanes, y la Acción Democrática venezolana), que sobrevivieron épocas de represión creando organizaciones jerárquicas y disciplinadas, el verticalismo del peronismo colapsó después de 1955, y la organización cayó en un estado descentralizado y semianárquico. Los primeros actos de la resistencia peronista fueron “iniciativas atomizadas y espontáneas” llevadas a cabo en “ausencia de un liderazgo nacional coherente”.[31]Los peronistas operaron desde autoconstituidos “comandos” basados en uniones preexistentes, amistades barriales y redes familiares.[32] Los vínculos entre estos comandos locales fueron “como mucho tenues”,[33] y los cuerpos creados para coordinar sus actividades, como el Centro de Operaciones de Resistencia y el Grupo Peronista de Resistencia Insurreccional, fueron inefectivos.[34]


Con posterioridad a 1955, el peronismo se transformó en una estructura segmentada y descentralizada, que según Gerlach y Hine, puede ser caracterizada como un “movimiento”.[35] Los subgrupos peronistas se autoorganizaron con autonomía de cada uno de ellos y de las autoridades centrales. En el ámbito nacional, el peronismo fue poco más que “una federación laxa de diferentes grupos leales a Perón”,[36] que incluía sindicatos, organizaciones paramilitares de izquierda y de derecha,[37] y numerosos partidos provinciales “neoperonistas”.[38] Ningún grupo organizacional contuvo a estos subgrupos, y no emergió ninguna estructura central de autoridad con capacidad de coordinar sus actividades, disciplinarlos, o incluso definir quién era o no era peronista. Aunque Perón permanecía como el líder indisputado del movimiento, su autoridad estaba limitada a las decisiones principales, y los cuerpos que creó para representarlo, como el Consejo Superior de Coordinación y el Comando Táctico, eran rutinariamente ignorados por los sindicatos, los grupos paramilitares, y los jefes provinciales.[39] Si bien los peronistas que desobedecían las órdenes de Perón eran a veces expulsados del movimiento, esas expulsiones eran a menudo ignoradas y casi nunca eran permanentes.[40]


Después de un breve retorno al poder entre 1973 y 1976, el peronismo cayó nuevamente en un estado anárquico durante el período dictatorial de 1976 a 1983. El grueso de la actividad partidaria urbana migró a los sindicatos, pese a que muchos militantes también trabajaron dentro de un número de organizaciones clandestinas. Aunque las unidades básicas estaban cerradas, muchos continuaron operando desde “grupos de trabajo” informales. Otros “se refugiaron en organizaciones no gubernamentales”,[41] como las sociedades de fomento,[42] clubes barriales, comedores, y organizaciones religiosas.[43] Inclusive, otros trabajaron desde fachadas como los centros de estudiantes.[44] Aunque existen pocos datos sobre el peronismo clandestino durante el Proceso, el número de militantes que se incorporó en al menos esporádicas actividades políticas parece haber sido significativo.


De las unidades básicas encuestadas por el autor en 1997, el 58% estaba dirigida por un militante que militó en el peronismo durante la dictadura.
Como resultado del trabajo clandestino, al colapsar el régimen militar en 1982, el peronismo rápidamente resurgió como una organización de masas. Las unidades básicas brotaron (aparentemente de la nada) por todo el país y ya a mediados de 1983 el PJ había afiliado a más de tres millones de miembros, lo que representaba más que el resto de los partidos combinados.[45]


A diferencia de períodos previos de dirigencia civil, durante las cuales las organizaciones peronistas ignoraron la actividad partidaria, el PJ sufrió después de 1983 un proceso de “partidización” sin precedentes. Como las elecciones comenzaron a ser percibidas como la única forma legítima de acceder al poder, prácticamente todas las subunidades peronistas se integraron dentro de la actividad partidaria a través de la participación en elecciones internas. Los sindicatos peronistas invirtieron fuertemente en la política partidaria,[46]lo mismo hicieron las anteriores organizaciones paramilitares como Guardia de Hierro, Comando de Organización (C de O), la Juventud Peronista (JP) y Montoneros.[47] Para mediados de la década del ochenta, a excepción de los sindicatos, la actividad peronista no partidaria había en gran medida desaparecido.


El proceso de “partidización” no fue, sin embargo, acompañado por un proceso de burocratización. Más que establecer una estructura burocrática, el PJ post `83 retuvo aspectos clave de su organización como movimiento. El peronismo reemergió después de la dictadura desde abajo hacia arriba y de una forma semianárquica. Los militantes establecieron sus propias unidades básicas sin la aprobación (e incluso el conocimiento) de la jerarquía partidaria. Ésta no solo no creó o financió unidades básicas, sino que tampoco pudo establecer quién podía crearlas, cuántas fueron creadas, o dónde estaban localizadas. Por otra parte, aunque si bien los sindicatos, los ex paramilitares, y numerosas redes territoriales informales entraron a la actividad partidaria en la década del ochenta, no abandonaron sin embargo sus formas organizacionales ni se integraron a la burocracia partidaria. En cambio, permanecieron autoorganizadas, creando, financiando y operando sus propias unidades básicas. Como resultado de esto, la organización nacional del PJ permaneció como una unión laxa y heterogénea de débiles facciones nacionales, paramilitares, organizaciones obreras y emergentes feudos provinciales.


Pese a que el período de renovación de 1987-1989 trajo algún grado de orden institucional al partido,[48] las reformas asociadas a este período fueron menos importantes de lo que habitualmente se cree. Durante dicho período, los reformistas (llamados Renovadores) dieron importantes pasos en pos de la democratización interna del PJ (como la introducción de elecciones directas para la selección de candidatos y líderes) y prestaron una atención a su estructura formal sin precedentes. Los órganos formales del partido, como el Consejo Nacional, se reunieron con más frecuencia y el partido comenzó a tener registro de sus actividades, y un gran esfuerzo se realizó para adherir a los estatutos partidarios. Sin embargo, aparte de la introducción de elecciones internas, la Renovación hizo poco para cambiar la forma en que el PJ realmente funcionaba en la práctica. Fracasaron para imponer una norma para la estructura organizacional del partido y fueron incapaces de crear una burocracia central efectiva, capaz de disciplinar a las organizaciones inferiores. En consecuencia, las subunidades permanecieron informales y relativamente autónomas.


El peronismo contemporáneo: Un partido de masas informal
De acuerdo a los estatutos partidarios que surgieron luego del proceso de reformas de 1987, el PJ contemporáneo se encuentra estructurado al estilo de los partidos de masas europeos, con una cadena burocrática y un comando que corre desde el Consejo Nacional pasando por las estructuras provinciales y municipales y finalizando en las unidades básicas barriales.[49] Sin embargo, en la práctica el partido parece más lo que un intendente peronista calificó como una “desorganización organizada”.[50] El PJ conserva una masiva organización con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras, pero estos vínculos continúan siendo no burocráticos, informales y altamente descentralizados.


Una organización de masas
Aunque ningún partido moderno “encapsula” a sus miembros en el mismo grado que lo hicieron algunos partidos de masas europeos de principios del siglo XX,[51] el PJ conserva lo que para los estándares contemporáneos sería una poderosa organización de masas. En primer lugar retiene una importante masa de miembros. Las afiliaciones al partido alcanzaron los 3,85 millones en 1993, lo que representaba un 18% del electorado.[52] La participación electoral interna del 54,2% excedió a las de las social democracias de la pos guerra en Austria, Alemania y Suecia.[53] Aunque la utilidad de estas comparaciones está limitada por el hecho de que la membresía al PJ supone un menor nivel de compromiso respecto al de los partidos de masas europeos,[54] esta inmensa masa de afiliados es no obstante impresionante.


En segundo lugar el PJ conserva una densa infraestructura territorial. A pesar de que el fracaso del partido en tener un registro de sus unidades básicas hace difícil medir correctamente la densidad de su organización, evidencia proveniente de La Matanza, Quilmes y San Miguel de Tucumán sugiere que la infraestructura de base del PJ continúa siendo extensa y densamente organizada. En 1997 estas tres localidades reunían aproximadamente una UB por cada 2000 residentes y más de dos UBs por kilómetro cuadrado.[55]


Tercero, el PJ continúa profundamente enclavado en las clases bajas y obreras por medio de sus vínculos con una variedad de organizaciones (formales e informales). En el nivel más básico, las organizaciones partidarias a nivel municipal conservan extensos vínculos con redes interpersonales en los barrios más humildes. En las zonas de clase baja, los “líderes naturales” o “solucionadores de problemas” son generalmente peronistas.[56] Aunque muchos de estos “líderes naturales” no son militantes full time, casi todos mantienen lazos (a través de amigos, vecinos, o parientes) con las redes partidarias informales. Estos lazos son periódicamente activados tanto “desde abajo”, como “desde arriba”: los “solucionadores de problemas” los utilizan para tener acceso a recursos gubernamentales, mientras que los “punteros” locales los utilizan para reclutar gente para elecciones o movilizaciones.[57]


En el mismo sentido, las organizaciones partidarias locales también mantienen vínculos con un abanico de organizaciones sociales. Históricamente las más importantes han sido los sindicatos. Si bien la influencia de éstos en el PJ ha declinado considerablemente desde mediados de la década del ochenta, la mayoría de ellos permaneció activo en la política a nivel local hasta avanzados los años noventa. De 36 sindicatos locales relevados por el autor en 1997, 33 (92%) participó de la actividad partidaria ese año.[58] Las organizaciones del PJ también están relacionadas con una variedad de movimientos sociales urbanos, como ocupadores de viviendas y organizaciones villeras (de las villas miseria). En la Capital Federal, por ejemplo, la mayoría de las organizaciones villeras está dirigida por militantes del PJ, y organizaciones de habitantes de villas miseria, como Movimiento Villero y Frente Social, mantienen estrechos lazos con el PJ. En La Matanza, cinco de las 31 UBs encuestadas estaban vinculadas a asentamientos ocupados, y el coordinador de la Mesa de Asentamientos Ocupados, que proclamó representar 60 organizaciones villeras, es militante del PJ local.[59]


Las organizaciones justicialistas de base están asimismo vinculadas a una serie de organizaciones no gubernamentales, que incluyen sociedades de fomento, cooperativas escolares, y comedores.[60] Por ejemplo, dirigentes villeros de la Capital Federal estiman que “setenta u ochenta por ciento” de los 150 comedores de la ciudad están dirigidos por peronistas.[61] Similares estimaciones han sido realizadas para los distritos del Gran Buenos Aires de Hurlingham, Lanús y Quilmes.[62] En cambio, un número más pequeño de unidades básicas está relacionado con organizaciones religiosas. Por último, muchas organizaciones peronistas mantienen vínculos con clubes locales y barriales.[63] En este sentido son de particular importancia los clubes de fútbol locales (especialmente los de segunda división o “B”). Los líderes utilizan a menudo a fanáticos de clubes para campañas, pintadas callejeras, y en algunas ocasiones, intimidar oponentes. Son muchos los casos de vínculo tipo partido-club en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Por ejemplo, el control del dirigente sindical Luis Barrionuevo en el club de fútbol Chacarita, le sirvió para establecer una poderosa base política en el Gran Buenos Aires. En La Matanza, el partido local utiliza fanáticos del club Laferrere para movilizaciones y pintadas.[64] Estos vínculos son comunes también en las provincias del interior. En Tucumán, por citar un ejemplo, los dos principales clubes de fútbol estaban controlados por peronistas a fines de los años noventa.[65]


En conjunto, más de la mitad (56,7%) de las UBs encuestadas por el autor evidenciaron vínculos con una o más instituciones sociales, y más de un tercio (36,5%) estaban relacionadas con dos o más de esas entidades. Estos datos están resumidos en el Cuadro 1. De las UBs encuestadas, 22,1% tenían vínculos con escuelas o cooperativas infantiles, 20,2% estaba relacionada con comedores u otras organizaciones de ayuda, 14,4% tenía vínculos con sindicatos, 8,7% con organizaciones eclesiásticas, y 6,7% con organizaciones de asentamientos ilegales.

Cuadro 1. Vínculos sociales de las unidades básicas relevadas en Capital Federal y Gran Buenos Aires*

Número

Porcentaje

Unidades Básicas con lazos en al menos una organización social

59

56.7

Unidades Básicas con lazos en al menos dos organizaciones sociales

38

36.5

Cooperativas escolares

23

22.1

Sociedades de Fomento

21

20.2

Clubes barriales

21

20.2

Organizaciones de autoayuda

21

20.2

Sindicatos

15

14.4

Organización religiosa

9

8.7

Asentamientos

7

6.7

Total

104

100.0

*No hubo información disponible para ocho de las UBs relevadas.

(Traducción del inglés: Lic. Juan López Chorne )

NOTAS:
[1] Félix Luna, Perón y su tiempo, (Buenos Aires, 1984), p.60. Luna escribe que “nadie es capaz de escribir la historia del partido peronista entre 1946 y 1955 porque ésta nunca existió” [N del T: los encomillados representan la traducción de las citas del autor y no así, la reproducción de los textos escritos en español citados]


[2] Marcelo Cavarozzi, Peronismo y Radicalismo: transiciones y perspectivas (Buenos Aires, 1988), p.4. Para una crítica de esta visión ver Moira Mackinnon, “Sobre los orígenes del partido peronista: Notas introductorias”, en W. Ansaldi, A. Pucciarelli, y J. Villareal, Representaciones inconclusas: Las clases, los actores, y los discursos de la memoria, 1912-1946 (Buenos Aires, 1995).


[3] Gabriela Cerruti, El Jefe: Vida y Obra de Carlos Saúl Menem (Buenos Aires, 1993), p.338.


[4] Marcos Novaro, “Menemismo y peronismo: Viejo y nuevo populismo”, en Ricardo Sidicaro y Jorge Mayer (eds.), Política y sociedad en los años de Menem (Buenos Aires, 1995), p.60; y Vicente Palermo y Marcos Novaro, Política y poder en el gobierno de Menem (Buenos Aires, 1996), pp. 370-376.


[5] Este foco en la organización informal fue inspirado por la reciente discusión de Guillermo O´Donnell sobre instituciones informales en regímenes democráticos.
Ver O´Donnell, “Illusions About Consolidation”, Journal of Democracy, vol. 7, no. 2 (1996), pp. 34-51.


[6] Algunas excepciones incluyen a Vicente Palermo, Democracia Interna en los Partidos(Buenos Aires, 1986) y Ana María Mustapic, “El Partido Justicialista: Perspectiva histórica sobre el desarrollo del partido. La estructura del partido”, manuscrito no publicado, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1996.


[7] Por ejemplo, Maurice Duverger, Political Parties: Their Organization and Activity in the Modern State (New York, 1954/1963); Angelo Panebianco, Political Parties: Organization and Power (Cambridge, 1988); Herbert Kitschelt, The Transformation of European Social Democracy(New York, 1994), Richard S. Katz y Peter Mair,How Parties Organize: Change and Adaptation in Party Organizations In Western Democracies(London, 1994).


[8] Scott Mainwaring puntualiza algo similar en su reciente trabajo sobre el sistema político brasileño (Mainwaring, Rethinking Party System in the Third Wave of Democratization: The case of Brazil(Stanford, 1999), pp. 21-25).


[9] Ver Steven Levitsky “Crisis, Party Adaptation, and Regime Stability in Argentina”, Party Politics,vol. 4, no. 4 (1998), pp. 445-470; Mainwaring,Rethinking Party Systems in the Third Wave of Democratization.


[10] Guillermo O´Donnell, “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, vol.5, no 1 (1994), pp. 55-69; Christopher Larkins, “The Judiciary and Delegative Democracy in Argentina”,Comparative Politics, vol. 30, no 4 (1998), pp. 423-442; Larry Diamond, Developing Democracy: Toward Consolidation (Baltimore, 1999), pp. 34-35.


[11] Kenneth Roberts, “Neoliberalism and the Transformation of Populism in Latin America”,World Politics, vol. 48, no. 1 (1995), pp. 110-112; Kurt Weyland, “Neopopulism and Neoliberalism in Latin America”, Studies in Compartive International Development, vol. 31, no. 4 (1999), pp. 379-401.


[12] Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre, “La política de liberalización económica en la administración de Menem”, Desarrollo Económico, vol. 36, no.143 (1996): 733-768; Palermo y Novaro, Política y poder en el gobierno de Argentina; Edward L Gibson, “The Populist Road to Market Reform: Policy and Electoral Coalitions in Mexico and Argentina”, World Politics, vol. 49, no. 3 (abril 1997), pp. 339-370; Edward L. Gibson y Ernesto Calvo, “Electoral Coalitions and Market Reform: Evidence from Argentina”, Trabajo presentado en el XX Congreso Internacional de la Latin American Studies Association, Guadalajara, México, 17-20 de abril, 1997; Sebastián Etchemendy y Vicente Palermo, “Conflicto y concertación: Gobierno, Congreso y organizaciones de interés en la reforma laboral del primer gobierno de Menem”, Desarrollo Económico, vol. 37, no 148 (1998), pp. 559-590; Mariana Llanos, “El presidente, el congreso y la política de privatizaciones en la Argentina”,Desarrollo Económico, vol. 38, no. 151 (1998).


[13] Gibson, “The Populist Road to Market Reform”; Steven Levitsky, “From Laborism to Liberalism: Institutionalization and Labor-Based Party Adaptation in Argentina, 1983-97”, Disertación de Doctorado (Departamento de Ciencia Política, University of California, Berkeley, 1999); Javier Corrales, “Presidents, Ruling Parties, and Party Rules: A Theory on the Politics of Economic Reform in Latin América”, Comparative Politics, vol. 32, no. 2 (enero 2000), pp. 127-150.


[14] La Matanza y Quilmes fueron seleccionadas por ser relativamente representativas del peronismo del Gran Buenos Aires. Ambos distritos están cerca de la media en diversas dimensiones demográficas y socioeconómicas, y cada uno posee características propias del primer y segundo “cinturón”. El primer cinturón representa una zona más establecida e industrializada, con una mayor población de clase media y trabajadora, mientras que el segundo cinturón es más pobre, menos desarrollado, y poblado por un mayor número de migrantes internos. Muchos de estos migrantes viven en Villas Miseria. Aunque el PJ es fuerte en ambos cinturones, es particularmente dominante en el segundo.


[15] Incluye Avellaneda, Berazategui, Hurlingham, Ituzaingo, José C. Paz, Lanús y Tres de Febrero.


[16] Incluye Córdoba, Mendoza y Santa Fe.


[17] Las entrevistas con líderes y militantes de las áreas rurales sugieren que esos patrones se extienden también a esas áreas, sin embargo la falta de datos limita nuestra capacidad para generalizar con certeza sobre el peronismo periférico.


[18] Luther P. Gerlach y Virginia H. Hine, People, Power, Change: Movements of Social Transformation (New York, 1970), p. 33.


[19] Gerlach y Hine, People, Power, Change, p.34.


[20] Alberto Ciria, “Peronism and Political Structures, 1945-55”, en Ciria (ed), New Perspectives on Modern Argentina (Bloomington, 1972); Ciria, Política y Cultura Popular: la Argentina Peronista, 1946-55 (Buenos Aires, 1983); Carlota Jackisch, Los Partidos Políticos en América Latina: Desarrollo, estructura y fundamentos programáticos. El caso argentino, (Buenos Aires, 1990); Mustapic, “El Partido Justicialista”.


[21] Cuando el recientemente creado Instituto Juan D. Perón se contactó con la sede partidaria en 1997 para invitar a los miembros del Consejo Nacional a su inauguración, los administrativos del partido fueron incapaces incluso de facilitar los teléfonos o direcciones del cuerpo de miembros.


[22] Marcos Novaro, Pilotos de Tormentas: crisis de representación y personalización de la política en Argentina (1989-1993) (Buenos Aires, 1994), pp. 76-89; Palermo y Novaro, Política y Poder, pp. 370-376; Weyland, “Neopopulism and Neoliberalism in Latin America”.


[23] Otto Kirchheimer, “The Transformation of West European Party System”, en Joseph La Palombara y Myron Weiner (eds.), Political Parties and Political Development (Princeton, N.J., 1996), pp. 177-200; Panebianco, Political Parties, pp. 264-267.


[24] Novaro, “Peronismo y Menemismo”, pp. 59-60.


[25] Eugenio Kvaternik, “El Peronismo de los `90s: un análisis comparado”, Agora, no 3 (1995), p.9; Mustapic, “El Partido Justicialista”, p.74.


[26] Giovanni Sartori, Parties and Party Systems: A Framework for Analysis (Cambridge, 1976), p. 64.


[27] Panebianco, Political Parties, pp. 264-267.


[28] Sobre partidos carismáticos, ver Panebianco (1988).


[29] Para el análisis de los principios del peronismo, ver Walter Little, “Party and State in Peronist Argentina”, Hispanic American Historial Rewiew vol. 53, no 4 (1973), pp. 644-662; Ciria,Política y Cultura Popular; Susana Elena Pont,Partido Laborista: Estado y Sindicatos (Buenos Aires, 1984); Juan Carlos Torre, La Vieja Guardia Sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo(Buenos Aires, 1990); Mackinon, “Sobre los orígenes del partido peronista”.


[30] Los militantes formaron las “unidades básicas andantes”, que iban de casa en casa realizando encuentros bajo la cortina de “asados” o fiestas de cumpleaños. Estos grupos encararon una variedad de actividades clandestinas, incluyendo grupos de estudio, “encuentros iluminadores” (en los que los militantes se encontraban en alguna esquina, cantaban la Marcha Peronista, y luego se iban), brigadas nocturnas de graffitis, misas por Evita, y distribución de literatura en partidos de fútbol.


[31] Daniel James, Resistance and Integration: Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976 (New York, 1988), pp. 51-52.


[32] Daniel James, Resistance and Integration,p.78


[33] Daniel James, Resistance and Integration, p.78.


[34] Daniel James, Resistance and Integration, p. 143-144.


[35] Gerlach y Hine, People, Power, Change.Según Gerlach y Hine, los movimientos pueden distinguirse de las organizaciones burocráticas porque son segmentados y descentralizados (pp. 33-45). Son segmentados porque las subunidades son mayoritariamente autónomas entre sí y no interactúan regularmente (pp. 41-42). Son descentralizadas porque las subunidades no están integradas a la jerarquía central. Por lo tanto, ninguna autoridad central puede “tomar decisiones encomendando a todos los participantes del movimiento” (p.36).


[36] Daniel James, Resistance and Integration,p.184.


[37] Incluye al Comando de Organización y a la Guardia de Hierro por la derecha y a Montoneros, Descamisados y las Fuerzas Armadas Peronistas por la izquierda.


[38] Los neoperonistas eran organizaciones peronistas que competían en las elecciones provinciales bajo etiquetas partidarias inventadas, como Unión Popular, Partido Populista y Justicia Social. Estos partidos no se juntaron en una única organización nacional, sino que estaban fragmentadas en autónomas (y disputantes) organizaciones. Ver María Fernanda Arias y Raúl García Heras, “Carisma Disperso y Rebelión: Los partidos neoperonistas”, En Samuel Amaral y Mariano Ben Plotkin (eds.), Perón: del exilio al poder (Buenos Aires, 1993).


[39] Ver María Fernanda Arias y Raúl García Heras, “Carisma Disperso y Rebelión”; Miguel Bonasso, El presidente que no fue: Los archivos ocultos del peronismo (Buenos Aires, 1998).


[40] Un ejemplo es el caudillo catamarqueño Vicente Saadi, quien fue expulsado dos veces. En 1958, Saadi fue expulsado después de desobedecer la orden de Perón de apoyar a Arturo Frondizi en las elecciones presidenciales de ese año. No obstante, Saadi retuvo el control del peronismo catamarqueño, y en 1961, fue reinstituido al partido. En el mismo sentido, cuando Perón expulsó a los Montoneros en 1974 , el líder Montonero Dardo Cobo declaró: “Nadie tiene el derecho a echarnos. Nadie puede expulsarnos” (Citado en Liliana de Riz, Retorno y Derrumbe: el último gobierno peronista (Buenos Aires, 1981), pp.153-154[N del T: los encomillados representan la traducción de las citas del autor y no así, la reproducción de los textos escritos en español citados].


[41] Entrevista del autor con Aníbal Stela, líder del PJ en La Matanza, 16 de julio de 1997.


[42] Centros barriales de desarrollo no gubernamentales.


[43] En Tucumán los peronistas operaron desde “centros barriales” en áreas de clase baja, mientras que en las villas miseria de Capital Federal, crearon “juntas barriales” y comedores.


[44] Por ejemplo, una facción importante de Río Negro militó desde el “Instituto de Estudio de Río Negro”.


[45] Clarín, 23 de abril, 1983, p. 6 y 21 de julio, 1983, p. 4. Dada la imposibilidad del partido para acceder a recursos estatales, esta inicial explosión de activismo partidario se basó principalmente en incentivos colectivos y no materiales. Aunque los sindicatos (que sí tenían acceso a recursos estatales) jugaron un rol importante en el financiamiento del partido a principios de la década del ochenta, un gran número de militantes estaban vinculados al partido por compartir una ideología e identidad. Éstos fueron generalmente reclutados por medio de redes familiares y de amistad por organizaciones sociales como sindicatos, cooperativas, clubes y organizaciones religiosas.


[46] En un relevamiento de 39 sindicatos nacionales, llevado a cabo por el autor, 35 reportaron haber participado en política en la década del ochenta, y 31 reconocieron haber ubicado miembros en las listas parlamentarias del PJ o como líderes partidarios. Esta evidencia contrarresta el postulado de James McGuire acerca de que dos de las cuatro facciones sindicales peronistas (los Ubaldinistas y los “15”) no participaron de la actividad partidaria en la década del ochenta (Mcguire, “Union Political Tactics and Democratic Consolidation in Alfonsín`s Argentina, 1983-1989”, Latin American Reseach Review, vol. 27, no. 1 (1992), pp. 62-65). Mientras que es cierto afirmar que esas organizaciones no actuaron junto al partido en el ámbito nacional, los sindicatos individuales dentro de esas facciones participaron de hecho activamente.


[47] Guardia de Hierro estableció poderosas facciones territoriales en distritos urbanos como Capital Federal, Buenos Aires, y Santa Fe, obteniendo seis escaños en el Congreso y la gobernación de Formosa. Los Montoneros, aliados con el caudillo catamarqueño Vicente Saadi crearon una facción partidaria a nivel nacional llamada Intransigencia y Movilización, la cual se sostuvo en las redes montoneras y fue ampliamente financiada por éstos. Asimismo C de O participó activamente en elecciones internas y obtuvo la elección de Alberto Brito Lima en el Congreso. Incluso las facciones más movilizadas de la Juventud Peronista, como la de Juan Carlos Dante Gullo, participaron regularmente de elecciones internas después de 1983.


[48] Mustapic, “El Partido Justicialista”, pp. 67-68; Marcos Novaro y Vicente Palermo, Los caminos de la centro-izquierda: Dilemas y desafíos del FREPASO y la Alianza (Buenos Aires, 1998), pp. 47-52.


[49] La jerarquía partidaria formal consta de cuatro niveles: (1) el liderazgo nacional, que incluye al Consejo Nacional y al congreso partidario; (2) Comités provinciales, que generalmente son dirigidos por consejos partidarios provinciales; (3) Comités municipales, que son dirigidos por consejos municipales; y (4) Unidades básicas barriales. El más alto cuerpo de autoridad es el congreso partidario, que tiene el poder para determinar el programa partidario, modificar la carta partidaria, e intervenir en las autoridades provinciales. El liderazgo diario del partido es realizado por un Consejo Nacional de 110 miembros y su Junta de 32 miembros ejecutivos (Partido Justicialista, Carta Orgánica Nacional (Buenos Aires, 1991), artículos 20-21).


[50] Entrevista del autor con Juan José Álvarez, intendente de Hurlingham, 18 de julio de 1997. El líder partidario local, José Montenegro describió al PJ como una “gigante red informal” (entrevista del autor, 26 de agosto de 1997). Según Montenegro “algunos peronistas trabajan en unidades básicas, otros en sus casas y otros en sociedades de fomento. Pero todos son parte de la red. Ésta está siempre presente, a veces latente, pero siempre lista para ser activada”.


[51] Giovanni Sartori, “European Political Parties: The Case of Polarized Pluralism”, en Robert Dahl y D.E. Neubauer (eds.), Readings in Modern Political Analysis (New York, 1968), pp. 122-123; E. Spencer Wellhofer, “Strategies for Party Organization and Voter Mobilization: Britain, Norway, and Argentina”, Comparative Political Studies, vol. 12, no. 3 (1979), pp. 169-204.


[52] Mark Jones, “Evaluating Argentina`s Presidential Democracy: 1983-1995”, en Scott Mainwaring y Mathew Soberg Shugart (eds.),Presidentialism and Democracy in Latin America(New York, 1997), p. 274.


[53] Stefano Bartolini y Peter Mair, Identity, Competition, and Electoral Availability (Cambridge, 1990), p. 234.


[54] Por ejemplo, los peronistas no pagan cuotas regulares.


[55] En La Matanza, donde hay aproximadamente 700 UBs, se estima que hay una UB por cada 1754 residentes y 1,8 UBs por kilómetro cuadrado. En Quilmes, donde hay aproximadamente 300 UBs, se estima que hay una por cada 1822 residentes y 3,28 UBs por kilómetro cuadrado. (Basado sobre datos demográficos del Informe de Coyuntura, La Plata, noviembre-diciembre 1996, p. 98). En San Miguel, el PJ tiene aproximadamente 250 UBs, lo que es equivalente a aproximadamente una por cada 2400 residentes.


[56] Para un esclarecedor informe sobre “redes de solucionadores de problemas”, ver Javier Auyero, “The Politics of Survival: Problem-Solving Networks and Political Culture Among the Urban Poor in Contemporary Buenos Aires”, disertación de doctorado, New School for Social Research, New York, 1997.


[57] Hay un lado oscuro en este clivaje social. Como los barrios pobres urbanos son con frecuencia centro de actividades ilícitas como tráfico de drogas, prostitución y apuestas, las redes peronistas están inevitablemente ligadas a estas actividades. Pese a la dificultad de obtener datos sobre las redes ilícitas peronistas, es ampliamente reconocido que las facciones peronistas de La Matanza están vinculadas al narcotráfico, las apuestas, la prostitución y la extorsión. Por ejemplo, redes de trabajadores temporarios del Mercado Central de La Matanza, que son regularmente movilizados por facciones peronistas para pintar grafitos y asistir a movilizaciones, están también sospechados de estar involucrados en el tráfico de drogas y en otras actividades criminales, incluyendo la golpiza a un periodista que estaba escribiendo un libro sobre Eduardo Duhalde, gobernador de la Provincia de Buenos Aires.


[58] Todos los sindicatos relevados se encuentran en Capital Federal, La Matanza, y Quilmes.


[59] Entrevista del autor con Raúl Tuncho, 30 de agosto de 1997. En el mismo sentido, en la zona de San Francisco Solano en Quilmes, donde 20.000 personas realizaron asentamientos durante el Proceso, la organización política Justicia Social se unió al peronismo a principios de la década del ochenta (Luis Fara, “Luchas Reivindicativas Urbanas en un contexto autoritario”, en Elizabeth Jelin (ed.), Los nuevos movimientos sociales (Buenos Aires, 1989), pp. 184-185).


[60] En Quilmes, por ejemplo, la mayoría de las aproximadamente 150 sociedades de fomento está dirigida por peronistas. La Federación de Sociedades de Fomento de Quilmes, que dice representar a 90 sociedades, se vinculó al PJ a través de la creación del Centro Justicialista de Comunidades Organizadas y ubicando a su presidente, Cornelio Melgares, en el liderazgo del PJ local (entrevistas del autor con Cornelio Melgares, 2 de abril de 1997, y con José Luis Saluzzi director de Entidades No Gubernamentales de Quilmes, 4 de septiembre de 1997).


[61] Entrevistas del autor, 31 de mayo de 1997.


[62] Los datos de Hurlingham están basados en la entrevista del autor con el intendente de esa localidad, Juan José Álvarez, el 18 de julio de 1997. Los datos de Lanús se basan en la investigación de Javier Auyero (comunicación personal). Los de Quilmes en la entrevista del autor con José Luis Saluzzi, director de Entidades No Gubernamentales de Quilmes, 4 de septiembre de 1997.


[63] En La Matanza, tres de los más grandes clubes (Almirante Brown, Huracán, y Laferrere) tienen estrechos vínculos con el PJ. En el barrio capitalino de Caballito, militantes del Frente de Unidad Peronista han dirigido al club Ferrocarril Oeste y al club Italiano desde la década del setenta.


[64] En la Capital Federal, el concejal Raúl Padró utiliza a fanáticos del club Defensores de Belgrano como una base organizacional, mientras que los vínculos de la UOM con fanáticos del club Nueva Chicago fortalecen su presencia política en Mataderos y otros barrios del sur de Capital Federal. En Lomas De Zamora, facciones del PJ mantienen estrechos lazos con el club Banfield, y en Lanús, el club local está vinculado al intendente del PJ Manuel Quindimil.


[65] Uno de estos clubes, Atlético Tucumán, estaba dirigido por el senador del PJ (y posteriormente gobernador) Julio Miranda. En el mismo sentido, en San Juan, el control sobre el club San Martín ayudó a lanzar las carreras políticas del legislador Juan José Chica Rodríguez y del gobernador peronista Jorge Escobar.

Blog de Abel

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion.htm


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