jueves, 30 de junio de 2011

La Casa Peronista, Eduardo Fidanza y Chacho Álvarez; y la Topografía, Steven Levitsky; 2

Una “Des-Organización Organizada” (2º Parte)

Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino*

Steven Levitsky

Assistant Professor of Government, Harvard University

Septiembre 2008

Aquí está el siguiente fragmento del artículo de Levitsky. Como les anticipé en “Introducción”, nada de lo que dice será nuevo para alguien que haya militado en una agrupación peronista o en un sindicato. Pero en los datos que reúne y en las notas, hay carne muy jugosa para todo aquel al que le interesa política. Y nos hace un favor muy grande el que nos mira con ojos ajenos. En pocos días, ahora que estoy más organizado, les acercaré la parte final “El peronismo durante el gobierno de Menem”. Como dicen los trailers, próximamente en su butaca. (A. F.).

Una estructura informal

Así como fuera a lo largo del período 1955-1983, los vínculos del PJ y las masas continúan siendoinformales y descentralizados, en vez de burocráticos. La estructura formal del partido es ampliamente ignorada, y el poder, recursos, información, e incluso carreras políticas se articulan a través de subunidades autoorganizadas e informales, que tienen solamente débiles e intermitentes vínculos entre sí, como asimismo con la burocracia partidaria.


Organizaciones en el ámbito barrial: Unidades Básicas. Según los estatutos partidarios, las unidades básicas constituyen el “órgano principal del partido”.[66] Ellas son las agencias barriales desde donde operan los militantes. Formalmente, las UBs deben tener al menos 50 miembros y deben estar dirigidas por un Consejo de la Unidad Básica, el cual es elegido cada dos años por los miembros.[67] Sin embargo, en la práctica están dirigidas por un menor grupo de militantes o por un único puntero (agente barrial) y su íntimo círculo de amigos y familiares. Solamente 4,8% de las UBs encuestadas tenían elecciones regulares con movilidad de autoridades, el 22,1% realizaba elecciones nominales en las que siempre ganaba el mismo dirigente, y el 73,1% no realizaba elección alguna.


Formalmente, las UBs son parte de la burocracia partidaria. De acuerdo a los estatutos se registran y caen bajo la directa autoridad de los consejos partidarios locales. Éstos a su vez determinan la jurisdicción de cada UB, y en algunos distritos tienen autoridad para intervenir UBs que no realicen apropiadamente sus funciones.[68] En realidad son autónomas de la burocracia partidaria. No son creadas por el partido, y sus oficinas no son propiedad del partido. Por el contrario, son creadas particularmente por los propios militantes. Cualquiera puede abrir una UB donde quiera y cuando quiera. Con frecuencia los punteros establecen UBs en sus propias casas y de esta manera se convierten en literalmente “propietarios”. Como describiera un dirigente,Nosotros no tenemos que preguntar, “¿podemos abrir un centro comunitario peronista?” No. En el peronismo usted tiene la libertad para crear cuanto quiera. Nadie va a decirle lo que tiene que hacer.[69]


Del total de UBs encuestadas, el 67,6% fue creada “desde abajo” por militantes o punteros, 11,7% fueron creadas a partir de UBs ya existentes, 12,6% creadas “desde arriba” por agrupaciones locales, y un 8% por sindicatos.

Ninguna fue creada por la burocracia partidaria. Ésta no solo carece de control sobre cuántas UBs hay o dónde están localizadas, sino que las burocracias locales a menudo no cuentan con un registro sobre la cantidad de UBs bajo su jurisdicción. Dirigentes partidarios de Quilmes estiman que tienen registro de solo un tercio de las UBs existentes en la localidad[70] y en La Matanza, administrativos del partido afirman no tener registro de las UBs existentes. Aunque ocasionalmente algunos líderes partidarios han intentado poner las UBs bajo control del partido, los intentos han fracasado repetidamente.[71] A modo de ejemplo, en 1997 la propuesta de limitar en Capital Federal las oficinas partidarias a sólo una oficialmente reconocida por distrito electoral, fue rechaza por ser imposible ejecutarla. Como lo describiera un dirigente, ¿Quién financiaría y dirigiría estas oficinas? ¿Cómo van a cerrar las otras UBs si son propiedad de los punteros? ¿Van a echar a los punteros de sus casas?.[72]


Las UBs tienen una gran variedad de formas organizacionales. Mientras algunas cumplen con las formas estipuladas por los estatutos del partido, otras toman la forma de “grupos de trabajo” informales, operadas desde la casa de militantes sin ningún cartel externo o cualquier tipo de reconocimiento formal del partido. Legitimados por la proscripción de Perón, cuando la consigna era que “cada hogar es una unidad básica”, los grupos de trabajo son creados por militantes que no cuentan con recursos para mantener una oficina, o también, por punteros que prefieren la informalidad, ya que les da más “espacio de maniobra”. Otras UBs operan desde asociaciones cívicas como cooperativas vecinales, centros comunitarios, o comedores.[73] Muchas de estas entidades funcionan igual que las UBs, afiliando miembros, compitiendo en elecciones internas, y haciendo campaña en elecciones generales.[74]Según un líder local que dirige la UB “Compañeros” en la capital, Nos ponemos diferentes sombreros. Un día somos una unidad básica; al día siguiente un centro de ayuda infantil, y al otro una asociación civil. Pero siempre tenemos la misma ideología peronista.[75]


En algunas áreas las UBs que operan desde asociaciones civiles prevalecen. En San Miguel de Tucumán, la mayoría funciona como “centros vecinales”, y en la provincia de Santa Cruz, un gran número está organizada como “centros comunitarios”. Por último, algunas son en realidad anexos barriales de agrupaciones locales. Estos anexos barriales difieren de las otras UBs en el sentido que son creadas (y a menudo militadas) desde afuera, en lugar de serlo por militantes barriales. De la misma manera que los grupos de trabajo y las asociaciones civiles, tampoco son sancionadas o sujetas a la autoridad de las dirigencias locales.


De este modo, la organización del PJ consiste en una heterogénea mezcla de UBs, grupos de trabajo, organizaciones cívicas, y organizaciones sin fines de lucro. Por ejemplo, en el barrio capitalino de Lugano, la agrupación MOVIP consta de un centro de ayuda infantil, un comedor, un “centro materno”, un centro comunitario, y numerosos grupos de trabajo y UBs. La agrupación Lealtad de Quilmes consta de un grupo religioso, una asociación materna, un grupo sobre derechos infantiles, y numerosos centros comunitarios. La tabla 2 muestra la distribución de las diferentes formas organizacionales de las UBs relevadas por esta investigación. Menos de la mitad (42,9%) tomó la forma estipulada por la carta del partido; 22,3% son grupos de trabajo informales, 23,2% opera desde asociaciones civiles; y 11,6% son anexos barriales sostenidos por agrupaciones locales. Por último, un pequeño número (1,8%) opera desde sindicatos.

Cuadro 2. Tipos organizacionales de las Unidades Básicas relevadas

Tipo Organizacional

Número

Porcentaje

Unidades Básicas Formales

48

42.9

“Grupos de Trabajo” Informales

25

22.3

Asociaciones Civiles/Sin Fines de Lucro

26

23.2

Anexo de una Agrupación

13

11.6

Sindicato

2

1.8

Total

112

100.0

Nivel municipal: Agrupaciones.
Las UBs están vinculadas al partido por medio de organizaciones informales llamadas agrupaciones. Éstas constituyen grupos de UBs que compiten por el poder en el ámbito partidario y municipal. Tienden a estar dirigidas por funcionarios gubernamentales, concejales, legisladores provinciales o nacionales, o por dirigentes políticos que buscan construir una base. Su tamaño varía desde 4 o 5 UBs hasta más de 100, aunque la mayoría contiene entre 20 y 30. Dos o tres docenas de agrupaciones existen en cada municipalidad, pero generalmente sólo un puñado es políticamente influyente. Cuando compiten por los votos, construyen alianzas con punteros a través de la Municipalidad, quienes a cambio de su apoyo buscan financiamiento para sus UBs, recursos materiales para distribuir entre los miembros, y, cuando sea posible, empleos gubernamentales. Como los que están en mejores condiciones para ofrecer esos recursos son funcionarios públicos, la mayoría de las agrupaciones se mantiene unida por una suerte de patronazgo estatal. Utilizan dinero proveniente de “favores”, de las oficinas que dirigen, y de empleos inferiores. A menudo, comida y medicinas provenientes de ministerios vinculados con la asistencia social son desviados hacia UBs, y los mismos punteros son muchas veces empleados de oficinas gubernamentales.[76] El 93% de las UBs encuestadas pertenecía a alguna agrupación, y la mayoría del resto estaba en transición de una agrupación a otra.


Las agrupaciones son básicamente organizaciones informales. No están mencionadas en la carta partidaria, y las oficinas partidarias municipales generalmente no tienen registro de ellas. Asimismo, como se organizan y financian a sí mismas, gozan de una sustancial autonomía respecto a la burocracia del partido. No tienen que cumplir con los dictados o estatutos partidarios, ni con las decisiones de las autoridades. Esta autonomía está legitimada por la tradición “movimentista” peronista. Como el “movimiento” peronista está entendido como algo más amplio que un partido, y como carece de una estructura (formal o informal) o jerarquía, los peronistas generalmente ven a sus agrupaciones como algo externo al partido, pero dentro del movimiento.[77] De esta forma los límites del PJ son fluidos: las agrupaciones “flotan” adentro y afuera con relativa facilidad.[78]


Está en las agrupaciones y no en la burocracia del partido el vínculo con la base partidaria. El grueso de los recursos partidarios (por lo general patronazgo u otras formas no reguladas de financiamiento) pasa a través de las agrupaciones,[79] y éstas, no la burocracia partidaria, financian y mantienen las UBs.[80] De las UBs encuestadas por el autor, el 85,6% recibió la mayoría o todos sus recursos de una agrupación, mientras que el 14,4% se autofinanció u obtuvo fondos por medio de donaciones privadas. Ninguna UB fue financiada por la burocracia partidaria.


En el mismo sentido, son también las agrupaciones las que llevan a cabo el grueso del trabajo de movilización. Los punteros movilizan partidarios para actividades esponsoreadas por la agrupación, realizan instrucciones que se canalizan a través de ésta, y distribuyen bienes materiales y literatura aportados por la agrupación. Los punteros reúnen la mayoría de la información de asambleas dirigidas por su agrupación y en la medida que las UBs puedan canalizar demandas hacia la cabeza del partido, lo hacen vía las agrupaciones. Por el contrario, las UBs raramente participan de eventos esponsoreados por el mandato partidario municipal. Inclusive las carreras políticas se canalizan a través de las agrupaciones. Como el reclutamiento de líderes y candidatos se hace casi enteramente por medio de ellas, los futuros políticos prefieren invertir en las agrupaciones, en lugar de la burocracia partidaria para construir su carrera.


Por otro lado, también cuentan con una mayor capacidad para disciplinar a líderes municipales, que la de la burocracia partidaria. Por ejemplo, pese a que los estatutos partidarios de la Capital Federal estipulan que los funcionarios electos deben contribuir con un 10 por ciento de su salario al partido,[81] solamente tres de seis diputados lo hicieron en 1997.[82] Por el contrario, cada uno de los funcionarios electos pertenecientes a Libertadores de América y FUP contribuyeron regularmente con el 10% de sus salarios a sus agrupaciones.[83] Una situación similar ocurre en Quilmes, donde José Rivela, presidente del partido local, afirma que “menos de la mitad” de los funcionarios electos cumplió con su obligación de contribuir con el cinco por ciento de su salario para el partido.[84] De acuerdo a Rivela, los peronistas locales, Ignoran al liderazgo partidario... responden a las agrupaciones porque es ahí de donde viene el dinero... Las agrupaciones los proveen de cosas (dinero para pagar el alquiler, o comida o frazadas para regalar). El partido no puede ofrecer nada, por lo tanto nadie le presta atención.[85]


Organización provincial y nacional.
En el ámbito provincial, las agrupaciones se aglutinan como facciones competidoras o líneas internas, las cuales son casi siempre dirigidas por funcionarios públicos, como gobernadores, miembros de gabinete provinciales o nacionales, o legisladores.[86] La principal moneda de cambio entre las líneas internas y las agrupaciones es el patronazgo: las agrupaciones cambian votos por puestos en los gobiernos nacionales o provinciales, o en las listas legislativas. Las líneas internas varían según su estructura organizacional. Algunas se organizan como facciones que emergen para elecciones internas y luego desaparecen; y otras, como el Movimiento de Renovación Peronista de Santa Cruz, la Lista Naranja de Mendoza, o la Convergencia Peronista de La Pampa, han durado más de una década. Sin embargo, son pocas las líneas internas que están plenamente institucionalizadas y mantienen perfiles programáticos relativamente coherentes,[87] la mayoría es altamente personalista, tomando a menudo el nombre de su líder.[88]


Recursos, poder y carreras, en vez de pasar por las jerarquías partidarias, pasan por las líneas internas, y como resultado, las burocracias partidarias provinciales tienden a ser débiles. Por ejemplo, la oficina partidaria de Buenos Aires, que cuenta con una membresía de más de un millón de personas, fue abierta solamente tres mediajornadas por semana durante 1997, y no tiene personal full time. El consejo provincial raramente se reunió, y cuando lo hizo, generalmente había que llamar al presidente del partido, Alberto Pierri, para que abra la oficina.[89]Por el contrario, las dos facciones dominantes del partido, la Liga Federal y la Liga Peronista Bonaerense tenían un registro detallado de la actividad partidaria local, organizaban y financiaban campañas, movilizaban militantes, y disciplinaban a las organizaciones municipales. En Tucumán, cuando las facciones pararon de financiar al partido en 1997, la sede partidaria provincial estuvo varias semanas sin servicio telefónico y sanitario, y sin fondos para financiar su campaña legislativa.[90]Por lo tanto, sin control sobre las líneas internas, el control sobre la burocracia significa muy poco. De hecho, cuando el liderazgo formal del partido no está alineado con las facciones dominantes, está virtualmente sin poder alguno.[91]


Durante la década del noventa el PJ careció de una estructura efectiva (incluso una informal) en el ámbito nacional. Como en el caso de los niveles municipales y provinciales, la burocracia partidaria nacional es básicamente inoperante. Hasta la fecha, sin embargo, no han emergido equivalentes nacionales a las agrupaciones o líneas internas.[92] Los caudillos provinciales no están vinculados horizontal o verticalmente entre sí, dentro de una jerarquía central; en cambio, tienden a permanecer atrincherados en sus feudos.


Debido a esta estructura informal y segmentada, el PJ es más descentralizado de lo que comúnmente se cree. Ante la falta de una burocracia central efectiva, el partido funciona como una “gran carpa”, dentro de la cual hay diversos y contradictorios elementos. Pero lejos de la tradición verticalista y centralizada con la que a menudo se relaciona al peronismo,[93] la relación entre los miembros más altos y bajos del partido es muy cercana a una de autonomía mutua.[94] Por un lado, la ausencia de vínculos horizontales, hace difícil a las subunidades peronistas actuar colectivamente para probar el poder de los lideres centrales; lo que da a estos últimos una sustancial autonomía respecto a las autoridades más bajas.[95] Sin embargo, por otro lado, los líderes del PJ carecen de mecanismos efectivos con los cuales imponer disciplina a las subunidades. En consecuencia, a diferencia de partidos de masas centralizados como el partido comunista de Chile, o el AD de Venezuela, en los que las subunidades deben adherir estrictamente a la línea partidaria nacional o enfrentar la expulsión, el PJ exhibe un sustancial grado de tolerancia interna y diversidad. Como postulara un legislador del PJ, En otros partidos, todo lo que uno hace tiene que ser aprobado por la jerarquía partidaria... Tu discurso tiene que conformar ciertos estándares partidarios. En el peronismo, nada de eso es cierto. Usted puede hacer o decir lo que quiera.[96]


NOTAS:
[66] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículo 12.


[67] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículos 14, 16.


[68] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículo 13; Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, Carta Orgánica Provincial (La Plata, 1988), artículo 28.


[69] Entrevista del autor con José Montenegro, 26 de agosto de 1997.


[70] Entrevista del autor con el administrador del PJ de Quilmes Elba Quiroga (26 de noviembre de 1996) y con el presidente del partido local José Rivela (22 de mayo de 1997).


[71] En Quilmes a mediados de los años ochenta, el presidente del partido Roberto Morguen intentó que sólo pudieran operar las UBs oficialmente reconocidas en cada localidad, pero como el partido no tenía forma de hacer cumplir esa política, ésta fue ampliamente ignorada (entrevistas del autor con Roberto Morguen (13 de mayo de 1997), y con José Luis Saluzzi (4 de septiembre de 1997)).


[72] Entrevista del autor con Raúl Roa, tesorero del PJ de Capital Federal, 10 de noviembre de 1997.


[73] Sirve generalmente como un esfuerzo para obtener acceso a subsidios estatales o para administrar programas sociales estatales. También sirve como un arma de atracción a un público más amplio y no peronista.


[74] Como dijera un militante, “Trabajamos nueve meses del año como una Asociación Civil, y en tiempos de elecciones nos volvemos una unidad básica” (entrevista del autor, 22 de marzo de 1997).


[75] Entrevista del autor con Liliana Monteverde, 30 de junio de 1997. En el mismo sentido, un militante cuya UB fue transformada en un comedor dijo, “tuvimos que bajar el símbolo peronista para conseguir financiamiento, pero todos saben que todavía es una UB” (entrevista del autor, 24 de marzo de 1997).


[76] Los punteros comúnmente reciben contratos gubernamentales ficticios que les permite cobrar un salario full time mientras trabajan en la unidad básica.


[77] Así, pese al hecho de que participa en elecciones internas y en campañas para las elecciones generales, el ex grupo paramilitar Comando de Organización de La Matanza se considera “parte del movimiento, pero no parte del partido” y de esta forma no hay manera de someterlo a la disciplina del PJ local (entrevista del autor con Alberto Brito Lima, 8 de abril de 1997). En el mismo sentido, el concejal de Quilmes Reymundo Gonzales afirma haber trabajado en una agrupación para “evitar imposiciones del partido” (entrevista del autor, 13 de junio de 1997).


[78] En la Capital Federal, Victoria Peronista (VP) dejó el partido para apoyar la candidatura de Gustavo Beliz del partido Nueva Dirigencia. Los dos años siguientes, VP mantuvo “un pie adentro y un pie afuera del partido”, rotulándose como una “agrupación peronista por afuera de la estructura del PJ” (entrevistas del autor con los dirigentes del VP Jorge Argüello (19 de mayo de 1997) y Victor Pandolfi (5 de junio de 1997). En 1997, VP se alió con el partido Acción por la República de Domingo Cavallo. En 1998, VP regresó al PJ para apoyar la campaña presidencial de Eduardo Duhalde.


[79] A pesar de que el financiamiento es canalizado a través de las burocracias partidarias, esto representa un pequeño porcentaje del financiamiento partidario. La mayoría de las donaciones privadas (y especialmente los recursos del patronazgo) son canalizadas a través de las agrupaciones.


[80] Según Raúl Roa, anterior tesorero del PJ de Capital Federal, “la burocracia del partido solamente mantiene la sede partidaria, que no es más que una oficina y los empleados que la limpian. El resto de la organización es financiada y coordinada por los dirigentes de las agrupaciones. La infraestructura real del partido se encuentra en manos de las agrupaciones” (entrevista del autor, 12 de mayo de 1997). De hecho, mientras que la sede del Consejo Metropolitano de la Capital Federal está generalmente ocupada por personal de limpieza, las agrupaciones como Frente de la Unidad o Libertadores de América mantienen sedes computarizadas y con personal full time. Asimismo, en La Matanza, la sede de facto del PJ en la década del noventa fue la oficina de la agrupación Militancia y Renovación (MyRP). Conocida como La Casona, estuvo mejor financiada, con más y mejor personal, e incluso más visitada que la sede partidaria oficial.


[81] Partido Justicialista Metropolitano, Carta Orgánica Metropolitana, (Buenos Aires, 1986), artículo 80.


[82] Entrevista del autor con Raúl Roa, tesorero del PJ porteño, 12 de mayo de 1997.


[83] Entrevista del autor con Raúl Roa de FUP y Víctor Columbano de Libertadores de América, 12 de mayo de 1997.


[84] Entrevista del autor, 22 de mayo de 1997.


[85] Entrevista del autor, 22 de mayo de 1997.


[86] En Buenos Aires, en la década del noventa, el partido estuvo dominado por dos facciones: La Liga Federal, que estaba dirigida por el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri y por el ministro provincial de obras públicas, Hugo Toledo; y la Liga Peronista de Buenos Aires, dirigida por el presidente de la Cámara de Diputados provincial, Jorge Mércuri. Ambas facciones fueron leales al gobernador Eduardo Duhalde. En Tucumán, las dos líneas internas dominantes en los años noventa (Peronismo Verdadero y Esperanza Peronista) fueron dirigidas por los dos senadores nacionales justicialistas, Olijela Rivas y Julio Miranda.


[87] Algunos ejemplos incluyen al Movimiento de Renovación Peronista de Santa Cruz, Eva Perón de Formosa, y más ambiguamente, la Lista Naranja de Mendoza.


[88] Como el “Juarizmo” (del gobernador Carlos Juarez) en Santiago del Estero, el “Romerismo” (del gobernador Juan Carlos Romero) en Salta, y el “Saadismo” (de Vicente y Ramón Saadi) en Catamarca.


[89] Entrevista del autor con Oscar Guida, miembro del Consejo del PJ de la provincia de Buenos Aires, 22 de noviembre de 1996.


[90] Entrevista del autor con el presidente del PJ tucumano, Amado Juri, 8 de diciembre de 1997.


[91] Fue claramente visto en Buenos Aires en el caso del referéndum sobre una serie de reformas a la constitución provincial que le hubieran permitido al entonces gobernador Antonio Cafiero ir por la reelección. Cuando la propuesta fue masivamente rechazada, con muchos peronistas votando en contra de ella, el resultado fue tomado con gran sorpresa dado que Cafiero controlaba el aparato partidario. Sin embargo dos de las tres principales líneas internas, la Liga Federal y Menem Conducción, no trabajaron a favor de la reforma, y en muchos lugares, trabajaron silenciosamente en contra de ella. Para agosto de 1990, cuando se realizó el referéndum, la Liga Federal había crecido sustancialmente en la provincia, dejando a Cafiero en minoría en el partido “real”.


[92] Solamente una facción a nivel nacional (la Renovación) emergió en el período posterior a 1983, y se desintegró rápidamente luego de su derrota en las elecciones internas de 1988.


[93] Ver, Ciria, Política y Cultura Popular.


[94] Eldersveld utilizó los términos “estratocacia” y “deferencia recíproca” para describir un fenómeno similar en los partidos norteamericanos.
Ver Samuel D. Eldersveld, Political Parties: A Behavorial Analysis (New York, 1964), p. 9-10.


[95] Levitsky, “From Laborism to Liberalism”, pp. 246-260.


[96] Entrevista del autor con el diputado Fernando Maurette, 4 de julio de 1997.

Blog Abel.

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/desorganizacion2.htm



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