viernes, 1 de julio de 2011

Operación Agosto Infiel o como convencer al Consorcio para votar con los pies (1).

UB’s, Agrupaciones y Líneas Internas Seccionales y Provinciales.

En realidad son autónomas de la burocracia partidaria.

No son creadas por el partido, y sus oficinas no son propiedad del partido.

Por el contrario, son creadas particularmente por los propios militantes.

Cualquiera puede abrir una UB donde quiera y cuando quiera.

Con frecuencia los punteros establecen UBs en sus propias casas y de esta manera se convierten en literalmente “propietarios”.

Como describiera un dirigente,

Nosotros no tenemos que preguntar, “¿podemos abrir un centro comunitario peronista?”

No.

En el peronismo usted tiene la libertad para crear cuanto quiera.

Nadie va a decirle lo que tiene que hacer.

Del total de UBs encuestadas, el 67,6% fue creada “desde abajo” por militantes o punteros, 11,7% fueron creadas a partir de UBs ya existentes, 12,6% creadas “desde arriba” por agrupaciones locales, y un 8% por sindicatos.

Ninguna fue creada por la burocracia partidaria.

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¿Quién financiaría y dirigiría estas oficinas?

¿Cómo van a cerrar las otras UBs si son propiedad de los punteros?

¿Van a echar a los punteros de sus casas?

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Nivel municipal: Agrupaciones.
Las UBs están vinculadas al partido por medio de organizaciones informales llamadas agrupaciones.

Éstas constituyen grupos de UBs que compiten por el poder en el ámbito partidario y municipal.

Tienden a estar dirigidas por funcionarios gubernamentales, concejales, legisladores provinciales o nacionales, o por dirigentes políticos que buscan construir una base.

Su tamaño varía desde 4 o 5 UBs hasta más de 100, aunque la mayoría contiene entre 20 y 30.

Dos o tres docenas de agrupaciones existen en cada municipalidad, pero generalmente sólo un puñado es políticamente influyente.

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Las agrupaciones son básicamente organizaciones informales.

No están mencionadas en la carta partidaria, y las oficinas partidarias municipales generalmente no tienen registro de ellas.

Asimismo, como se organizan y financian a sí mismas, gozan de una sustancial autonomía respecto a la burocracia del partido.

No tienen que cumplir con los dictados o estatutos partidarios, ni con las decisiones de las autoridades.

Esta autonomía está legitimada por la tradición “movimentista” peronista.

Como el “movimiento” peronista está entendido como algo más amplio que un partido, y como carece de una estructura (formal o informal) o jerarquía, los peronistas generalmente ven a sus agrupaciones como algo externo al partido, pero dentro del movimiento.

De esta forma los límites del PJ son fluidos: las agrupaciones “flotan” adentro y afuera con relativa facilidad.

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En el mismo sentido, son también las agrupaciones las que llevan a cabo el grueso del trabajo de movilización.

Los punteros movilizan partidarios para actividades esponsoreadas por la agrupación, realizan instrucciones que se canalizan a través de ésta, y distribuyen bienes materiales y literatura aportados por la agrupación.

Los punteros reúnen la mayoría de la información de asambleas dirigidas por su agrupación y en la medida que las UBs puedan canalizar demandas hacia la cabeza del partido, lo hacen vía las agrupaciones.

Por el contrario, las UBs raramente participan de eventos esponsoreados por el mandato partidario municipal.

Inclusive las carreras políticas se canalizan a través de las agrupaciones.

Como el reclutamiento de líderes y candidatos se hace casi enteramente por medio de ellas, los futuros políticos prefieren invertir en las agrupaciones, en lugar de la burocracia partidaria para construir su carrera.

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La estabilidad de la base militante del PJ en la década del noventa es de alguna manera enigmática.

Los militantes, o al menos un conjunto importante de ellos, están generalmente más ideologizados que los líderes partidarios.

De ser éste el caso, entonces deberíamos esperar que estos militantes que han sido históricamente casi uniformemente antiliberales, habrían abandonado el partido en masa como respuesta al giro neoliberal del gobierno de Menem.

Evidencia de la encuesta de militantes de 1997 sugiere que los militantes del PJ eran en efecto bastante críticos del programa de Menem.

Como muestra el Cuadro 5, más de dos tercios se opuso en parte o en todo al programa de Menem; además, la gran mayoría consideró que las políticas gubernamentales fueron “muy favorables” para las empresas (70,4%) y “muy desfavorables” para los trabajadores (67,8%).

Acerca de qué políticas económicas debería llevar a cabo el gobierno peronista en el futuro, solo el 5,5% optó por la continuidad, mientras que un 42,1% escogió un “retorno a las raíces del peronismo”.

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En el Gran Buenos Aires, cerca de dos tercios de los militantes contestó que su agrupación (40,0%) o el partido a nivel distrital (22,6%) era más importante que el partido nacional.

Los resultados también sugieren que los militantes antimenemistas eran más propensos a priorizar su agrupación respecto a otro tipo de militantes.

Como muestra el Cuadro 8, cerca de la mitad (45,3%) de los militantes que se caracterizaron a sí mismos como “oponentes” de la política económica gubernamental percibieron a su agrupación como el ámbito de actividad más importante, en relación a un 18,8% que era partidario de Menem.

Tomados en conjunto, los datos sugieren que un sustancial número de militantes que fueron críticos del programa de Menem, encontraron en la década del noventa refugio en sus agrupaciones; priorizando las organizaciones partidarias a nivel local y, en alguna medida, apartándose de la actividad partidaria a nivel nacional.

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La persistencia de fuertes maquinarias locales limitó la capacidad del presidente Menem de influir sobre las estrategias de las agencias partidarias inferiores.

Aunque algunos funcionarios gubernamentales imaginaron un PJ “menemizado” capaz de casar a neoliberales, líderes empresarios, y extrapartidarios menemistas, con la base militante peronista a través de la atracción popular de Menem, esa transformación nunca ocurrió en los hechos.

Los esfuerzos por imponer estrategias sobre las agencias locales fracasaron con frecuencia, y el liderazgo nacional partidario a menudo encontró que sus estrategias eran frustradas (o ignoradas) por los liderazgos locales.

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Desafiando los postulados de un PJ dirigido por Menem como un partido “neopopulista” dominado por un liderazgo autoritario y personalista, se argumenta que los líderes peronistas y la gente han estado largamente vinculados por una poderosa infraestructura organizacional con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras urbanas de la sociedad.

Las conexiones entre el PJ y las masas han sido subestimadas e incluso ignoradas por los investigadores, porque éstas, a diferencia de muchos partidos de clase obrera europeos, son casi enteramente informales.

Las subunidades peronistas se organizan a sí mismas y solo mantienen débiles lazos con la burocracia partidaria.

A menudo situadas en la casa de militantes, y raramente registradas con las autoridades partidarias, estas subunidades constituyen una impresionante infraestructura de base.

Esta infraestructura le rindió al partido importantes beneficios políticos, pero también limitó el grado de acción del presidente Menem para controlar (o limitar) los mandos partidarios provinciales o locales.

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Esto último claramente ha ocurrido en los trabajos sobre peronismo, dado que a menudo los analistas han tomado la ausencia de una burocracia efectiva para significar que el partido está basado básicamente en formas de liderazgo autoritarias y personalistas.

Hacer esas caracterizaciones no solo carece de fundamentación empírica, sino que también falla al no dar cuenta de la capacidad del PJ para sobrevivir (e incluso prosperar) después del alejamiento de sus líderes “populistas” (o “neopopulistas”).

Steven Levitsky, citado por Eduardo Fidanza en su disertacion de Cipol, hacer clic aquí.

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