miércoles, 25 de abril de 2012

¿Neo-Peronismo o Sub-Peronismo?; M. A. Bastenier, “Periodista eterno”, no leyó a Fernando Henrique Cardoso; Sociólogo, Teórico de la Dependencia y Presidente de Brasil; 2


Uno de los grandes déficits de quienes se “proponen” como “Vanguardias Intelectuales” en la Argentina, para llenar de Significados el “Significante Vacío”; es que leen los “originales” mediante la “traducción” de los Voceros del Estado Mayor Intelectual de la Hegemonía.

Veamos, como ejemplo paradigmático; la respuesta del mismismo Laclau a Clarín sobre  el fallecimiento de Néstor Kirchner; hacer clic aquí.

“Es sabida la influencia que ejercieron sus postulados sobre el populismo en el matrimonio Kirchner.

Ellos nunca dijeron nada de eso; eso son invenciones de Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona y Beatriz Sarlo.

Por cierto, yo tuve varias conversaciones con Cristina Fernández de tipo muy general, hablamos de la situación argentina, problemas del país y de América latina.

Pero ellos nunca trataron de obtener de mí un esquema conceptual que sirviera a su política”.

Ahora bien; uno, cualquiera, recurre a la “traducción/traición” cuando los “originales” no son accesibles; pero estos hasta se publican en el Duopolio.

No es un problema de “accesibilidad”, sino de “pereza intelectual” generada por el “Coloniaje Intelectual”, que tan bien describieron en Forja hace 80 años.

Veamos, primero, la nota publicada en el “músculo financiero” de Duopolio; hacer clic aquí.

Se juzga que la izquierda habría hecho un retorno triunfal a la escena de América latina.

Esta versión esquemática de los hechos venía siendo aceptada, pero ahora surgen interpretaciones más refinadas del panorama político.

Jorge Castañeda, que fue canciller de México, discierne matices.

En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, distingue dos izquierdas: una "tiene raíces radicales, pero hoy en día es moderna y abierta; en tanto que la otra es cerrada y populista".

Para Castañeda, la primera izquierda, representada por dirigentes como la chilena Michelle Bachelet y el presidente Lula, sería "buena" y por ello debería ser fortalecida por la comunidad internacional.

La segunda vertiente tendría ya poco o nada del ideario de la izquierda.

Significaría el regreso del viejo populismo autoritario, representado por figuras como Hugo Chávez, Evo Morales y Néstor Kirchner.

Aunque vea méritos en el análisis de Castañeda, considero que el panorama de la región es más matizado y complejo.

En una entrevista reciente, Kenneth Maxwell, especialista británico en Brasil, ofrece otra perspectiva.

Para él, "la izquierda no es una categoría que pueda ser muy útil" para interpretar la realidad actual.

Lo que estaría ocurriendo en América latina sería una crisis de gobernabilidad, sin producir un movimiento uniforme en dirección de la izquierda.

En cada país hay un "mosaico de respuestas específicas a las estructuras políticas decadentes y a los niveles cada vez más altos de desigualdad social y de exclusión".

Concuerdo con la visión de Maxwell.

Pero pienso que sigue siendo útil para el análisis la distinción entre izquierda y derecha.

A pesar de que la izquierda actual no insista en el control colectivo de los medios de producción y reconozca el dinamismo de las fuerzas del mercado, el ideal de una sociedad más igualitaria y de la ampliación de los canales de participación de la sociedad civil se mantiene como un criterio para la alineación política.

Para mí, el gobierno de Michelle Bachelet representa lo que hoy debe llamarse de izquierda.

Dirige un país que muestra buenos índices de crecimiento económico, respeto absoluto al estado de derecho, aumento de participación popular e implementación de políticas de reducción de la pobreza.

En cambio, los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Tabaré Vázquez de Uruguay representan, si bien de forma muy distinta, un fenómeno exactamente opuesto al de Chile: la quiebra del sistema político tradicional en un caso y, en el otro, el cansancio del electorado con los partidos tradicionales, si bien sin la ruptura del sistema político.

Tabaré Vázquez es el primer presidente elegido en Uruguay que no pertenece ni al Partido Blanco ni al Colorado, que gobernaron durante más de cien años.

Su gobierno ha ofrecido políticas públicas prudentes y sensatas, así como anunció su sorprendente intención de acercarse económicamente a Estados Unidos.

Chávez, por el contrario, ha hecho de la retórica antiamericanista su principal bandera aglutinadora de las masas.

¿Qué hay de izquierda en Chávez, con su discurso antiamericano que contrasta en la práctica con la postura realista de vender petróleo venezolano al país del Norte?

El presidente Evo Morales de Bolivia es un caso distinto.

La crisis de gobernabilidad es crónica en Bolivia.

Lo inédito de la situación es que Morales puede atribuirse lazos auténticos con los movimientos étnicos.

Por primera vez, el electorado eligió a un presidente indígena.

Es de importancia secundaria que sea de izquierda, eventualmente de derecha o si es populista.

Es innegable que la forma que eligió para nacionalizar los activos de las empresas extranjeras que exploran gas y petróleo en Bolivia, con fanfarrias y ocupación militar, da señales de un populismo anticuado.

Si se queda en eso, no hará lo que la historia espera de él: que negocie con energía y sin insensatez los recursos naturales de Bolivia para mejorar la vida del pueblo.

El presidente Néstor Kirchner es peronista.

De nuevo cabe la pregunta: ¿qué hay de izquierda en el peronismo que queda después de la muerte de su fundador, Juan Domingo Perón, que encarnó como nadie al populismo latinoamericano?

No logro percibir en esos casos una transformación de la izquierda en América latina.

Si fuera Chile el ejemplo, o incluso el Uruguay de Tabaré Vázquez, cabría el calificativo.

Lo que veo hoy en algunos países es un antiamericanismo con un retorno gradual al populismo y, en otros, mucha vacilación en cuanto a los caminos a seguir.

El populismo es una forma insidiosa del ejercicio del poder que se define por prescindir de la mediación de las instituciones, del Congreso y de los partidos, y por basarse en la relación directa del gobernante con las masas, cimentada en el intercambio de dádivas.

La amenaza del regreso del populismo a América latina, y más específicamente a América del Sur, no traerá alternativas fáciles.

En los 90 habíamos concebido la integración económica y política de América del Sur con base en la democracia política y la economía de mercado.

Los cimientos de todo este edificio podrían socavarse si regresara a la región el populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de las rivalidades antiguas y muchas veces personales, en lugar de la cooperación institucional entre las naciones.

El populismo amenaza con regresar a América latina
Los cimientos de la integración lograda en los 90 podrían socavarse si volviera el populismo, disfrazado de izquierdismo, trayendo consigo el juego de rivalidades antiguas y personales, en lugar de la cooperación entre naciones.

En segundo lugar, leamos lo publicado en el “cerebro”, el Estado Mayor Intelectual del Establishment; hacer clic aquí.

“El programa político en juego es más o menos el mismo.

Lo que los brasileños están eligiendo es un estilo de conducción.

Y la lucha es por el poder.”

Con la precisión del profesor universitario que nunca dejó de ser, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (gobernó Brasil entre 1994 y 2002) dio así, en una entrevista con LA NACION, su visión sobre lo que está en juego en la segunda vuelta de las elecciones que dentro de tres semanas disputarán su correligionario Geraldo Alckmin y el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, al que definió como “un caudillo con rasgos más peronistas que chavistas”.

Cardoso también se mostró sorprendido por la actitud que tomó el presidente argentino antes de la primera vuelta, realizada el domingo pasado.

“¿Qué va a hacer Kirchner si Geraldo gana las elecciones?

Fue una imprudencia de su parte declararle el apoyo a Lula.

¡Eso no se hace!”, señaló el ex mandatario.

Sostuvo, con no poca ironía, que como él es integracionista, le transmite una propuesta al actual ocupante de la Casa Rosada: que Brasil y la Argentina se unan en un solo país.

“¡Pero va a ser un voto por cabeza!", dice, y se ríe de la picardía de comparar implícitamente el número de habitantes de cada país, en el que Brasil supera abrumadoramente a su vecino del Sur.

En una entrevista en su oficina en pleno centro, y frente al histórico valle de Anhangabaú, el dirigente socialdemócrata analizó la batalla en la que él mismo vuelve a ser protagonista.

Por un lado, mantiene un diálogo constante con Alckmin.

Por otro, es usado incesantemente por Lula cuando dice que la victoria de Alckmin será un regreso a los "años de Cardoso".

Sus dos mandatos están bajo nuevo juicio.

Durante la entrevista con LA NACION, Cardoso dijo que no extraña nada del poder.

"Ni poder usar helicóptero en día de embotellamiento", bromea.

"Si Lula quiere comparar mi gobierno con el de él, va a perder", dijo, y disparó una frase que puede dejar al Partido de los Trabajadores (PT) en pie de guerra:

"(Para la gente) Lula da la impresión de que su victoria sería un riesgo" y que un segundo mandato del presidente "será muy difícil".

-¿QUÉ CREE QUE LLEVÓ A LULA AL BALLOTTAGE?

-Lo obvio: todo el mundo pensaba que los escándalos no lo afectaban, que nada se le pegaba.

Hasta que llegó un momento en que eso dejó de ocurrir.

Primero su gente cometió muchos errores, construyendo ese dossier contra nuestro candidato en San Pablo, José Serra.

Después no fue al debate, en una actitud un poco arrogante.

Y también hay que admitir que en los últimos días los medios de comunicación fueron bastante duros con Lula.

-¿LULA CONTROLA A LA FUERZA OFICIALISTA, EL PT?

-El no controla el día a día, porque no tiene paciencia.

Así como no controla el día a día del gobierno, porque no tiene paciencia con los detalles.

Dentro del PT él tiene fuerza y liderazgo interno, pero no se ocupa del día a día.

La verdad es que uno se espanta con la cantidad de personas de su entorno que se involucraron en casos de corrupción.

-EN SU GOBIERNO TAMBIÉN HUBO CASOS DE CORRUPCIÓN.

-Puede ser.

Es imposible garantizar que no exista corrupción en un gobierno; la diferencia es que ahora hay un estímulo a la utilización de métodos corruptos por parte de líderes del partido oficialista y de personas conectadas al gobierno.

Lula no echa a nadie, o termina enalteciendo a los acusados diciendo que son buenas personas, que en algún momento van a volver.

-Un estudio publicado esta semana en Brasil mostró que la ética no fue el único factor que llevó a Lula al ballottage.

 El voto anti-Lula coincide con las regiones Sur y Sudeste, donde la economía no anduvo tan bien como en el Norte y el Nordeste.

-Claro, no fue sólo la ética.

¿Lula ganó en dónde?

En el Brasil donde el desarrollo económico es más débil y el Estado es más fuerte.

Donde los "favores" políticos son mayores.

Brasil quedó dividido, pero no entre ricos y pobres.

Quedó dividido entre modernos y atrasados.

Cuando Lula fundó al PT, su partido nació para modernizar, porque él estaba en contra de las prácticas de sindicalistas corruptos.

Ahora él reniega de la función de renovación que tenía el PT en su nacimiento.

-Lula afirma que para ganar la elección va a comparar la gestión de él con la suya.

-No hay ningún problema, pero nosotros vamos a responder.

Los momentos son diferentes, y yo asumí los problemas de aquel momento.

El tema es que el PT crea historias fantasiosas: por ejemplo, si sacamos el aumento de salario que Lula dio este año por las elecciones, en promedio el salario creció más durante mi mandato.

Tomemos el empleo: en mi primer mandato, la desocupación era de 5 o 6%.

En el segundo era de 7 u 8%.

Ahora es 10%.

El dice que él creó 7 millones de empleos y nosotros 700.000.

¿Cómo es posible, si ahora el índice de desocupación es mayor?

Y él tiene la ventaja de la buena situación económica internacional.

Si Lula quiere comparar mi gobierno con el suyo, va a perder.

-La impresión que da es que no hay alternativas políticas en discusión, sino estilos.

-Exacto.

El programa, en grandes rasgos, es el mismo desde 1994.

Lo que los brasileños están eligiendo ahora es un estilo de conducción.

El PT introdujo la utilización de la maquinaria del Estado para fines personales o del partido, y a la gente eso no le gustó.

-¿ALCKMIN ES UN CONSERVADOR?

-El nació en la lucha contra la dictadura militar.

El formaba parte del MDB (partido opositor al régimen).

Es serio, fiscalista, quiere conservar mucho las cuentas públicas.

Es católico, pero es mentira que es del Opus Dei.

Es lo opuesto a Lula, porque es un tecnócrata que estudia los temas.

No es un improvisado.

-Usted mantiene un diálogo constante con Alckmin.

¿El va a reducir el alcance de los planes sociales?

-No, no existe esa posibilidad.

Seguramente lo que va a hacer es evaluar mejor adónde va ese dinero y sus efectos.

Lula lo único que hace es repartir plata, y Geraldo va a tener que dar muchas garantías de que no va a terminar con esos planes.

Porque las personas del Norte y el Nordeste están formando su opinión en función del bolsillo.

¡Y es razonable!

Porque en esos niveles de bajos ingresos, la moral es importante, pero la familia también lo es.

Incluso más importante, y no es algo irracional que sea así.

-¿Alckmin y su partido no pierden la "bandera ética" al aliarse con el Partido del Frente Liberal, o con dirigentes sospechosos del interior en busca de apoyo?

-En la política brasileña es difícil no tener alianzas con personas acusadas de algo.

Lula lo hizo, y yo también.

Nuestro sistema requiere alianzas, requiere votos, y en la segunda vuelta todo el mundo participa.

No hay otra forma.

-Nadie, ni su mismo partido, creía que Alckmin podía arrastrar a Lula al ballottage, ¿no?

-Es verdad.

Se pensaba que Lula era invencible.

Alckmin consiguió una proeza, porque el elector podía preguntarse: ¿por qué voy a sacar a éste y poner a uno que no conozco, si la economía va más o menos bien?

Pero Lula comenzó a darle la impresión a la gente de que su victoria sería un riesgo, porque tiene comportamientos muy imprevisibles.

-Al no haber una disputa de programas, lo que hay, entonces, es una disputa de poder entre el PT y el PSDB.

-Miremos a Chile.

Ellos lograron hacer la Concertación.

Se juntaron los socialistas con la Democracia Cristiana, que se odiaban en el pasado, y ahora tienen la misma línea.

Aquí en Brasil los dos principales partidos pensamos lo mismo, pero en lugar de hacer una concertación hacemos una pelea.

-¿Entonces no es posible una "alianza por la gobernabilidad", como propone Lula?

-No es posible una concertación en Brasil, porque hay diferencia de estilos.

Nosotros somos más republicanos.

Lula está proponiendo ahora una "concertación" para ablandar a la oposición.

El perdió la oportunidad en 2003, al asumir.

Ya que él no iba a cambiar mi modelo político, podría haber llamado a una concertación.

Pero acá la lucha es por el poder.

-¿Qué opina de la declaración de apoyo hecha por el presidente Néstor Kirchner a Lula?

-(El presidente venezolano Hugo) Chávez también, creo que (el presidente boliviano Evo) Morales también.

¡Yo no sé qué está pasando con nuestros países, nunca vi algo así en toda mi vida!

¿Qué va a hacer Kirchner si Geraldo gana las elecciones?

Fue una imprudencia de su parte declararle el voto a Lula.

¡Eso no se hace!

-¿LE VE ALGÚN HEREDERO POLÍTICO A LULA?

-Lula no tiene herederos, porque tiene algo de caudillo.

Y un caudillo cree siempre que él es el único, y los que lo rodean también.

-Usted no calificaba a Lula como populista hasta hace poco.

-No lo era.

Lo que ocurrió fue que adoptó técnicas populistas, una retórica populista, sin quebrar la responsabilidad fiscal.

Ahora, va a ser un problema si Geraldo gana, porque vamos a tener que apretar bastante durante un primer año, y eso políticamente es malo.

Era mejor que ganara Lula (risas).

Porque Lula aumentó mucho el gasto público.

No hizo reformas, no avanzó.

-TAMPOCO PROVOCÓ RUPTURAS...

-Lula no es de rupturas.

Lula es un poco un caudillo, con algunos trazos más del peronismo que del chavismo.

Pero Lula no es rupturista porque Brasil no es de rupturas, nunca lo fue.

-¿CÓMO SERÍA UN SEGUNDO MANDATO DE LULA?

-Un segundo mandato de Lula sería más difícil.

No tiene mayoría en el Congreso y va a tener que apretar la economía y las finanzas públicas.

-PARA TERMINAR... ¿QUÉ PIENSA DE LULA HOY?

-Lula es una persona excepcional, que se hizo de la nada.

Pero es una pena, porque está eliminando el simbolismo de su figura.

Lula nunca fue líder, sino símbolo.

Es importante que un país tenga símbolos, e incluso mitos.

Pero ahora el Lula presidente está matando al Lula símbolo.

Para Cardoso, "Lula es un caudillo peronista más que chavista"
Opinó además que el apoyo de Kirchner al actual mandatario fue imprudente

Continuara…


1 comentario:

rib dijo...

Acaso la confusión viene de que la vanguardia se propuso vaciar y no llenar la representación ya sea esta un indicador (Peirce) un significante (Saussure) o un objeto-a (Lacán).

http://lavidanoimitaalarte.blogspot.com/2009/06/kazimir-malevich-kiev-ucrania-1878.html

PD: Se hace un llamado a la solidaridad para averiguar el paradero del ciudadano británico Ernesto Laclau, Profesor de Semiótica Política.