viernes, 22 de mayo de 2009

Clientelismo, y el tronar del escarmiento; 2.


Queman una comisaría por el crimen de Peralta

Los vecinos están indignados con la actuación policial

 

El cadáver de Diego Peralta, el joven de 17 años secuestrado el 5 de julio último y por quien sus padres pagaron un rescate de 9000 pesos y 2000 dólares, apareció ayer semisumergido en una tosquera situada junto a la autopista Buenos Aires-La Plata, en Ezpeleta, partido de Quilmes.

La difusión del hallazgo del cuerpo derivó anoche en el incendio de la comisaría del barrio El Jagüel, partido de Esteban Echeverría, por parte de vecinos de la víctima indignados con la actuación policial en el hecho.

El cadáver, que mostraba heridas cortantes en el cuello, fue encontrado por vecinos que advirtieron a los bomberos voluntarios sobre la presencia de “un ahogado”.

Con el correr de las horas, la policía comenzó a sospechar que podía tratarse de Peralta. Su padre, Luis, y un tío confirmaron la hipótesis: los hombres identificaron el cuerpo y la ropa que llevaba puesta el joven al ser secuestrado.

APARECIÓ MUERTO EL JOVEN SECUESTRADO

El cadáver de Diego Peralta, el joven de 17 años secuestrado el 5 de julio último, apareció ayer al mediodía semisumergido en una tosquera de Ezpeleta, en el partido de Quilmes. Según informaron fuentes policiales de la Jefatura Departamental de ese distrito bonaerense, el cuerpo presentaba cortes en el cuello, aunque no pudieron confirmar si estas heridas habían causado la muerte del muchacho o no.

Más precisiones, como la existencia de otras lesiones y el motivo del deceso, surgirán cuando los peritos forenses realicen la autopsia. Al cierre de esta edición, los investigadores todavía no habían establecido si la práctica sería efectuada por profesionales de la morgue de Ezpeleta -adonde trasladaron los restos de Peralta- o del Poder Judicial de la Nación.

Así lo explicó a LA NACION el titular de la Departamental de Quilmes, comisario mayor Rodolfo Coronel.

El cadáver y la ropa del adolescente fueron reconocidos por su padre, Luis Peralta, y por uno de sus tíos, que abandonaron la morgue de Ezpeleta -instalada dentro del cementerio de esa ciudad- sin efectuar declaración alguna. El mismo hermetismo mantuvo toda la familia, sumida en un profundo dolor tras el hallazgo, que se refugió en su casa de El Jagüel, partido de Esteban Echeverría.

Allí se congregaron -desde que cayó la noche- unos 500 vecinos para solidarizarse con los Peralta, reclamar más seguridad para el barrio y criticar la actuación de la policía en el caso. El malestar condujo a la gente a apedrear la comisaría de El Jagüel e incendiar un auto en las inmediaciones de la seccional (ver página 13).

"Vamos a pedir justicia por Diego y por su familia. La policía nos abandonó en esta investigación. Ni siquiera nos atendieron como correspondía. Todo el barrio se va a movilizar, porque ninguno de nosotros está libre de que le pase lo mismo", incentivaba Mabel, que prefirió no dar su apellido, en la puerta de la vivienda situada en Cabildo 371, antes de iniciar la marcha rumbo al destacamento policial, situado a diez cuadras.

 

En shock

"Están destruidos. El padre reconoció el cuerpo y regresó a darles la noticia a su esposa y su otra hija. Están todos shockeados, muy mal. Se quedaron arriba (por la planta alta de la casa) y no van a hablar", confió un amigo de los Peralta, que había acompañado a la madre del muchacho, Emilse, mientras esperaban el resultado del reconocimiento de los restos.

Diego había sido secuestrado a las 7.30 del viernes 5 de julio en la calle El Ceibo, entre Gutiérrez y Uraldi, de El Jagüel. Acababa de dejar su hogar a bordo de un remise Peugeot 504 gris, conducido por Fermín Amarilla.

Entonces, tres hombres armados y vestidos de azul le cortaron el paso al vehículo con un Volkswagen Senda rojo, golpearon al remisero y se llevaron al joven. Treinta minutos después, los secuestradores llamaron al padre y le exigieron 200.000 dólares a cambio de la libertad de su hijo.

Luego de dos semanas de negociaciones, los delincuentes aceptaron el pago de 9000 pesos y 2000 dólares, concretado el sábado 20 de julio en la localidad de Claypole, partido de Almirante Brown. Los secuestradores acordaron liberar a Diego en las inmediaciones de la cárcel de mujeres de La Plata. Pero nunca lo hicieron.

Desde entonces hasta ayer, todo fue misterio. Entre marchas en reclamo de justicia y acusaciones contra la policía por su supuesta participación en el hecho, los Peralta trascurrieron un mes y medio de zozobra. Pero los sostuvo la esperanza de encontrar con vida al muchacho, una esperanza que empezó a sucumbir ayer al mediodía con el hallazgo del cuerpo de un joven en una tosquera de Ezpeleta, situada junto a la autopista Buenos Aires-La Plata.

"No es mi hermano. Nada que ver. Van a matar a toda la familia con esas versiones", respondió Romina, hermana de Diego, cuando LA NACION la consultó a las 15.45.

Dos horas después, según los voceros de la Departamental de Quilmes, su padre y su tío identificaron tanto el cadáver como la ropa que vestía. "Un pantalón azul del colegio y una remera blanca con una franja azul y el número 10 en la espalda", indicaron las fuentes.

El cadáver había sido rescatado de la tosquera por los bomberos voluntarios de Quilmes, advertidos de la presencia de un "ahogado" por vecinos del barrio 9 de Julio. Dos de ellos, Juan Carlos Affatato y Gustavo Ríos, relataron a LA NACION que "el cuerpo estaba muy, muy hinchado, semisumergido boca abajo, con las manos al costado del cuerpo y sin zapatillas".

En busca de indicios

Luego de retirar los restos, buzos tácticos del destacamento de bomberos rastrillaron las aguas "en busca de objetos que pudieran dar indicios" sobre los posibles motivos de la muerte y sobre las circunstancias en que el cadáver había llegado hasta allí, informó el segundo jefe de la comisaría de Ezpeleta, el subcomisario Abel Milano. "Todo será remitido al fiscal del caso, Luis Armella", agregó.

Aunque algunas versiones señalaban que a Peralta le faltaban los dientes y las yemas de los dedos, fuentes de la investigación negaron la existencia de heridas semejantes. "A simple vista nada más se observaban cortes en el cuello, pero sólo la autopsia dirá si provocaron la muerte del joven. No sabemos si bajo la ropa aparecerán otras lesiones", dijo un alto jefe policial.

El reconocimiento del cuerpo puso así un triste fin a la incógnita de los Peralta respecto del paradero de su hijo. Anoche, pese al hallazgo, permanecían intactos en el portón de la casa familiar los carteles que vecinos y allegados habían colgado para exhortar a los secuestradores a devolver a Diego. Luego, el reclamo quedó transformado en furia durante el ataque a la comisaría de El Jagüel.

El ministro de Seguridad bonaerense, Juan Pablo Cafiero, admitió anoche que los incidentes se debieron a "la interpretación de los vecinos" sobre la posible participación de la policía de la provincia en el hecho. Y advirtió: "Estamos abiertos a cualquier hipótesis".

Angeles Castro 

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=422133



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